¿Comprar o alquilar? Esta es la eterna disyuntiva a la que se enfrentan muchos ciudadanos a la hora de acceder a una vivienda. Ambas fórmulas de acceso tienen sus adeptos y sus detractores. Según los últimos datos de Eurostat, la Oficina Europea de Estadística, en 2019 el porcentaje de propietarios en España fue del 76,2% frente al 23,8% de inquilinos. De este modo, el arrendamiento ha ganado 3,4 puntos en los últimos diez años, lo que demuestra que este régimen habitacional va ganando peso con el tiempo, aunque España sigue siendo un país donde la propiedad se considera uno de los planes vitales más deseados.
A la hora de escoger entre uno u otro método, hay que tener en cuenta las ventajas y desventajas de cada uno. Siendo dueño de una vivienda es muy tentador, dado que no se estará expuesto al riesgo de que, en un momento dado, el casero decida rescindir el contrato por necesitar la vivienda para él mismo o para alguno de sus familiares. No obstante, el alquiler ha ido escalando en seguridad jurídica a lo largo de los años, por lo que quedarse sin techo de un día para otro es poco menos que imposible, siempre y cuando se cuente con contrato y se paguen las rentas puntualmente.
Precisamente, uno de los motivos por los que muchos se decantan por el alquiler es por la movilidad que permite. Cuando surge una oportunidad laboral en otra ciudad o aumenta la familia y las necesidades de espacio varían, mudarse como inquilino suele ser más fácil. No obstante, esta es la teoría, dado que si se da esta situación cuando la casa es en propiedad, si está bien situada será sencilla venderla y, además, obtener un beneficio gracias a la revalorización experimentada por el inmueble, o bien ponerla en alquiler y rentabilizar la inversión que se hizo en su día.
Por otro lado, la diferencia entre la cuota hipotecaria y la mensualidad de alquiler también es un punto que deberás estudiar antes de decidir. Hasta hace relativamente poco, ambas cantidades estaban ciertamente igualadas, por lo que comprar resultaba más atractivo. Sin embargo, en los últimos años, las rentas de alquiler han repuntado bastante, sobre todo, en las grandes ciudades, donde la oferta es muy limitada y hay una gran presión por parte de la demanda.
En cualquier caso, el desembolso mensual no es el único aspecto que debemos considerar, dado que, si bien una hipoteca puede ser más barata, la compra exige una entrada inicial del 20% con el fin de cubrir la parte no financiada por el banco, además de un 10% adicional en concepto de notaría, registro, gestoría, tasación e impuestos. Este último porcentaje es ahora algo más bajo, puesto que la Ley Hipotecaria aprobada el año pasado instauró un nuevo reparto de los gastos.
Es en el capítulo de impuestos donde el alquiler suele ganar la batalla a la propiedad. Las transmisiones están gravadas con el IVA o el ITP en función de si es vivienda nueva o usada. Pero más allá de esta carga impositiva, hay que considerar otro gravamen que no afecta a los inquilinos: el IBI. Además, como propietario se está obligado a pagar las cuotas ordinarias y extraordinarias de la comunidad, un gasto que no suele repercutir en aquellos que viven de alquiler.
Igualmente, las condiciones laborales son esenciales. En un contexto de precariedad e inestabilidad, la compra está descartada, y en cuanto al alquiler, podemos necesitar de algún aval o depósito. Así pues, si se cuenta con ahorro previo y empleo estable no está de más seleccionar oferta en venta y ver hasta dónde podemos llegar con nuestro presupuesto. En cualquier caso, no existen recetas universales y todo dependerá de nuestras finanzas personales y de los criterios de búsqueda que nos marquemos.